RESEÑA Battle Royale de Koushun Takami

¿Hablamos de violencia? ¿Hablamos de sexo? ¿Hablamos de un grupo de adolescentes luchando por su vida contra un sistema militar totalitario en el Gran Oriente Asiático? ¿Hablamos de Battle Royale?

A priori, tanto la primera versión cinematográfica, como la serie manga de quince tomos en un principio y una nueva edición de ocho volúmenes de Battle Royale, cuenta con todos los alicientes para enganchar al público adolescente, esto es, chicos apuestos, duros y atractivos, chicas bellas y sexys, una puerta abierta a que corra la sangre sin impedimentos, violencia explícita, un erotismo calculado en la película y escenas de sexo explícito en el cómic.

Koushun Takami publicó su novela en 1999, se convirtió automáticamente en best seller, se tradujo a más de una decena de idiomas y vendió más de un millón de copias en un abrir y cerrar de ojos, solo un año después, fue llevada al cine. Transformó su obra en manga, donde tuvo la oportunidad de dar otro enfoque a los personajes gracias al ilustrador Masayuki Taguchi y en el 2011, volvió a escribir un nuevo episodio como guionista manga, titulado Battle Royale Angel’s Border.

Durante todo este tiempo, se han realizado múltiples versiones de la historia original, como una secuela llevada al cine muy olvidable, la serialización manga, y muchas películas basadas clara y directamente en la obra de Takami, algunas de ellas como la trilogía de Los juegos del hambre, que no deja de ser un descarado plagio de la versión nipona, pero occidentalizada, con mucho más presupuesto y caras famosas que hicieron que cosechase mucho más éxito que la original, y de la que por supuesto, también supieron sacarle provecho en su versión literaria con otra trilogía de libros. Desconociendo si entraron en litigios legales por robar derechos y/o plagio, la lógica nos dice que los productores de Los juegos del hambre debieron abonar grandes sumas de dinero a Koushun Takami y Kobi Co., AM Associates y el resto de compañías que invirtieron en el film nipón. Desde luego que recomendamos a todos los que en su día vieron las películas Los juegos del hambre que se hagan legalmente con una copia de Battle Royale y disfruten (si tienen estómago) de su versión más gamberra, con un inolvidable, admirado e inmortal Takeshi Kitano.

Pero vamos a centrarnos en la que creemos es la versión que más explota las cualidades de esta historia de revolución y de jóvenes corazones que se revelan a su destino. En el manga que nos ocupa, si bien es cierto que no ahonda demasiado en el desarrollo de los personajes, nos da una visión mucho más extrema de los mismos. Estira hasta el desgarro los puntos más destacables de sus personalidades, y eso, indudablemente, hace del manga, una lectura mucho más atrayente, con una lectura endiablada, donde la acción es constante, y cada viñeta logra atraer tu atención, aunque en ocasiones se muestra algo repetitivo y puede llegar a extenuar el alargamiento innecesario de violencia y escenas donde los protagonistas justifican sus decisiones de acabar con sus compañeros o de no hacerlo.

La chica sexy se muestra más sexual que en cualquier otra versión, al chico duro, se le plasma casi con cualidades de super héroe, el mordaz, astuto e inteligente, es en las viñetas, prácticamente un descendiente del Dalai Lama, y cuando la sangre y las vísceras tienen que correr, no hay presa que las detenga…

Por una parte, la novela nos aporta muchísima información acerca de los entornos en donde se celebran estos juegos mortales, en este caso, una isla abandonada del Gran Oriente Asiático, se explaya en la vida y motivaciones de los personajes, de los hechos que conducen a esta represión asesina, nos narra con detalle todos los acontecimientos hasta desembocar en un final abierto y nostálgico, profundiza en la transformación a la que se ven abocados los protagonistas, sobre la madurez forzosa a la que se ven obligados, nos habla de sus frustraciones, de sus sueños, sus miedos y deseos.

Se cuece a fuego lento para que empaticemos con todos los estudiantes de la clase B del tercer curso del Instituto Shiroiwa, incluso con aquellos con los que a priori pensaríamos en primera instancia que no tienen nada que ver con nosotros, o con aquellos más violentos o marginales.

El manga por el contrario, nos lanza toda esa información con un cubo de agua fría a la cara, donde la absorbemos de manera mucho más rápida e intensa, ya sea con una escena donde un alumno se desquita con su abusador cortándole la garganta, o bien, cierta muchachita, haga lo propio con otra compañera por envidias o rencores del pasado. Llegamos a conocer muy bien cada personaje, pero no a través de la información leída, sino de las explicitas imágenes que dan prueba de ello y que nos muestran el interior de los protagonistas con cada acción o reacción, la mayoría de veces, violenta.

El dibujo es muy realista, con mucho detalle. El ilustrador, Taguchi, esboza un trazo depurado que resulta a caballo entre el estilo asiático y americano, un híbrido que hace que la historia traspase las fronteras del Gran Oriente Asiático. Se esfuerza con más ahínco si cabe en las expresiones faciales, a las cuales, las dota de una emoción y sensibilidad necesaria para transmitir toda esa violencia, todo ese deseo, la pasión, los miedos y la ternura que percibimos en cada uno de los alumnos.

Para cerrar esta reseña, puede decirse que este manga, aúna todo aquello que eventualmente queremos sentir de una buena obra, o por lo menos, todo aquello que hemos deseado obtener de una buena historia, ya sea leída en un cómic o vista en una película a una cierta edad: Aventura (violenta a más no poder, pero aventura al fin y al cabo), deseo, revelarse ante toda norma establecida (aunque revelarse en este caso sea sobrevivir y matar a aquellos que se quieren imponer), pasiones y deseos (sexuales y sangrientos en su mayoría), compañerismo y huida de un mundo demasiado adulto para alcanzar nuestros sueños. Muy recomendable para aquellos que aún tienen fuego en sus corazones.

Sobre Raúl Rodríguez Ramos

Sígueme a la muerte, Alicia.

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